Cavernario
Tahiche Diaz
Bajamar, 2015
En estos tiempos de estética de superficies, donde la impresión rápida y sin sustancia deja a el ser humano a merced de sectas de mercado, procuramos y aconsejamos ahondar, profundizar, una actitud que necesita tiempo y compromiso.
El apasionado explorador, bajo su escafandra de inquietud y voluntad, desde la oscuridad más profunda percibe que el espacio se torna una ilusión a desvelar… ahondar en el mundo y en uno mismo exige cierta distancia.
Esta distancia percibida por el espectador que escruta e investiga el mundo, es relativa: se encuentra en esa latitud alejada y prudente, pero sigue inmerso en eso que estudia.
Y al profundizar… desde esa perspectiva incómoda, se puede percibir lo auténtico.
Este imaginario de tránsitos es una invitación a adentrarnos en la cueva y se inspira en la inquietud de los primeros creadores de imágenes y sentido en las cavernas. Como una manera de ahondar en el propio ser, en sus miedos, anhelos, deseos y con el fin de expresar esas sensaciones para contar el mundo. Ese humano de las cavernas, penetraba en las profundidades de la tierra así como lo hacia hacia el interior de su mente.
Se daba a la exploración.
Porque en estos tiempos necesitamos “profundizar”, saber de la magia de las partículas que interactúan tras las bambalinas, volver a la ciencia y al tránsito de la caverna, sentir y encontrar recursos albinos que laten, que no han visto el sol y claman ser, y claman… como nuevas ideas que debamos sacar a la luz.